Tus dudas y las mías.

Y es que si estuviera seguro de que esa mirada es la que deseo, no me derretiría como lo hace. Y si no tuviese ninguna duda de que, en ese silencio entre los dos, sólo piensas en besarme, no tendría tantas ganas de que lo hicieses. Si tuviera la certeza de que esa sonrisa se debe nada más que a mí, dejaría de ser la sonrisa más bonita que ha pasado por mi vida últimamente.

Aprovechemos que no lo tenemos claro para disfrutar de lo que nunca tendremos. Aprovechemos que yo no sé, y tú tampoco, para soñar con los momentos que uno de los dos no querrá cuando sepa que el otro los desea. Aprovechemos la incertidumbre para llenarnos de ganas y vivir el espejismo de lo imposible. Aprovechemos que mientras ninguno dé el primer paso, seremos la futura pareja perfecta. Aprovechemos que el secreto está en las ganas, y que las ganas están en la cintura que no puedes acariciar por las noches. Aprovechemos que nunca será tan emocionante como cuando no es, pero quieres que sea. Aprovechemos nuestra naturaleza inconformista, idealista y deseosa de lo que no podemos tener, para poder vivir una de esas historias que nunca se olvidan porque no hay nada que recordar. Aprovechemos que, por una vez, no tenemos nada que estropear, y conservemos algo intacto durante toda nuestra vida.

Aprovechemos las ganas que tenemos de besarnos para no hacerlo nunca y así nunca jamás dejar de desearlo.

Nunca conseguiré ser tan perfecto a tus ojos como ahora que no me tienes. Nunca serás tan arrebatadoramente irresistible como cuando me hablas de otros. Nunca nada fue tan llamativo como lo que conforma la mezcla de tus dudas y las mías.

Lo fácil, lo difícil.

Resulta extraordinariamente sencillo que gustes. No tiene ningún mérito. No es en absoluto original, y me jode. Me revienta morirme por ti porque sé que allá donde vayas causarás el revuelo. Y no me jode que lo causes, me jode que me encante.

No tiene ningún mérito mirarte a los ojos y ya no desear otra mirada. Es tan sencillo recibir una sonrisa de tus labios y devolverla sin pensarlo. No tiene ninguna complicación sentirse atraído por tu inteligencia, por tus contestaciones, por tu ingenio, por tu descaro, por tu forma de expresarte. Es automático contagiarse de tu vitalidad, de tus ganas de vivir, de tu anhelo por descubrir. No hace falta ser alguien especial para darse cuenta de que en ti hay latente una buena persona, de las de verdad, de las que no sólo lo son de nacimiento, si no de las que luchan cada día por serlo. Pero sin duda lo que menos especial hace sentir de ti, es la imposibilidad que supone no mirarte el culo. Frustrante.  Todo el mundo hablando de lo difícil que está la situación en España, cuando lo verdaderamente difícil es no mirarte el culo cada vez que te vuelves.

Con todo esto, yo no sería más que uno entre cien. Pero no. Es muy fácil que gustes por todo eso, por eso gusta cualquiera. Lo fácil no tiene gracia ninguna. Todos lo sabemos. Por eso quizás es más difícil que me sienta atraído por tus cambios de humor, y lo hago. Puede ser complicado admirar tus rarezas por encima de tus más que evidentes virtudes, y lo hago igualmente.  Lo menos probable siempre me ha llamado la atención, por eso me atrae la idea de que los demás se imaginen en una cama contigo, y yo me conforme con doce horas de conversación ininterrumpida. Probablemente sea irrechazable reír en tus mejores momentos contigo, supongo que será más difícil no poder rechazar hacerte sonreír en tus peores días. Que gustes por lo que pareces es automático, que gustes por lo que eres es ya más mi estilo. Que todo el mundo alaba tus virtudes mientras yo aprendo a valorar tus defectos por si un buen día me toca convivir con ellos.

Lo fácil es que le gustes tanto a los demás. Lo difícil es que me gustes tan bien a mí.

Lo quiero todo ya.

Soy impaciente. Siempre lo he sido. Nunca me ha gustado lo de dejar lo mejor para el final. Nunca he sido partidario de guardar para mejores ocasiones. Soy una de esas personas inconscientes, de esas que malgastan, de esas caprichosas.

Lo quiero todo y lo quiero ya. Cada vez que cae una cajetilla de tabaco en mis manos, vuela en un rato entre cervezas con mis amigos. En restaurantes, antes de que el camarero me traiga el primer plato, ya me he bebido la primera bebida. Cuando toco el primer balón del partido, no me lo pienso antes de tirar el triple. Cuando me compro zapatillas nuevas, las estreno en el mismo día, llueva, truene, granice o nieve. Aquella vez que me regalaron una botella de London Nº1, me la bebí esa misma tarde con un buen amigo. Soy capaz de encontrar la canción de mi vida y aborrecerla a las 10 horas por culpa del modo bucle repetición. Cada vez que me engancha un libro, me lo leo en esa misma noche. Cada vez que tuve oportunidad de desnudar a una mujer, no tuve nunca ninguna calma al hacerlo. Cada vez que tengo ganas de hacer algo y nada me lo impide, algo dentro de mí me empuja a no desaprovechar la primera posible oportunidad. Lo quiero todo ya.

Y entonces, apareces tú. Y lo quiero todo ya, menos a ti. Y se acaba la impaciencia, y no por ausencia de ganas, sino por exceso de ellas. Ganas de disfrutar cada sonrisa que dibujes en tu cara con mi inspiración. Ganas de bañarnos en la mezcla que conforman tus dudas y las mías. Ganas de robarte un poquito de tus preocupaciones cada noche, para que cada mañana te pese menos levantarte. Ganas de que me conozcas más de lo que nadie lo haya hecho nunca. Ganas de que demuestres si eres tan dura como me haces entrever. Ganas de verte derrumbarte delante de mí, para que asistas a cómo soy capaz de recoger las piezas y reconstruirte de arriba a abajo. Ganas de leerte en esos ojos las ganas de mí cuando llevas dos o tres copas de más. Que te mueras de ganas por saber si soy tan interesante cuando hablo que cuando callo ocupando los labios bajo tu ombligo. Ganas de que me vuelvas loco, de que me desconciertes, de que me hagas rendirme. Ganas de que en lo más profundo de mi rendición me mires a los ojos y entonces piense: ¡qué cojones! Si no es por ti, ¿entonces por quién? Y lo quiero todo, pero contigo, lo quiero poco a poco.

Porque nos tendremos, sí, al final nos tendremos. Te tendré. Y esa noche, se me va a acabar desnudándote. Se me va a hacer de día haciendo caminar mis dedos por cada línea de tu cuerpo. Me tomaré mi tiempo en recorrer con mis labios cada poro de tu piel. Me aseguraré de no malgastarte, de aprovechar cada segundo como si fuera la última vez. Me aseguraré de que seas el único aspecto de mi vida que me preocupa derrochar. Que si no hay una segunda noche contigo, jamás me arrepienta de no haber exprimido cada instante..

Me sobra impaciencia en mi vida y me sobra paciencia contigo; porque durante meses, tras escribirte en escala de grises a kilómetros, en el momento en el que te tenga a centímetros, aprovecharé para escribirte a todo color.